Vicio confesable: “descubrir” qué se esconde en unas manchas de color que hago sin planificar. Luego, con la calma, voy completando estos mundos oníricos, surrealistas y, sobre todo, azarosos. No se me ocurre una manera mejor de improvisar (ese vicio) dibujando. También es una terapia de relajación sin parangón.
Que levante la mano el que no querría que Raúl Cimas le contara un cuento surrealista de los suyos antes de dormir. Un cuento más loco y aleatorio que el propio sueño si es que eso es posible. Y claro que lo es.
Raúl se ha consagrado como uno de los mejores cómicos del momento sin desviarse un ápice de su estilo, jugando otra liga a la que nadie puede acceder. Recogiendo el legado de Gila, de José Luís Cuerda, de tantos y buenos creadores que descabalgaron de la actualidad (horrorosa, por cierto) para explorar y expandir sus propios mundos paralelos. Unos mundos donde vive una cantidad infinita de familiares, juegos de palabras y un costumbrismo sin espacio ni tiempo.
Y la gente lo celebra. Además, Raúl Cimas lo está dando todo en «Poquita fe», una de las series del momento. Me alegro mucho por él, me encanta que venga al programa y comprobar que su sabiduría va en aumento, como esa voz aflautada que le sale: «No te he contado que…».