La campaña

Martes, 9 de marzo de 2004

La campaña electoral está siendo más previsible que un capítulo de la señora Fletcher. Por desgracia, no hay sorpresas. Rajoy y Zapatero no se verán las caras, negando a la población una buena ocasión para confrontar programas (por cierto, ¿alguien se ha leído alguna vez un programa electoral?). Así pues, hemos tenido que conformarnos con el debate de los guiñoles del plus. En un país de juguete, el látex ha superado la realidad. Y la realidad son dos candidatos principales sin carisma que priorizan destacar los defectos de los otros, antes que abrir una puerta de esperanza al futuro con ideas innovadoras, razonables, dialogantes, tolerantes, de crecimiento y del siglo XXI. Un futuro que se llama regularización de la inmigración, replanteamiento del trasvase del Ebro, «despenalización» de la vivienda, una nueva política de defensa (y ataque) y mil cosas más que todo el mundo ve, pero que nadie arregla. Igual es que no me he fijado lo suficiente, pero no escucho a nadie explicándome de una forma comprensiva, qué hay que hacer. No conozco ningún candidato que me permita pensar que se pondrá a trabajar seriosamente en el modelo de estado que es necesario definir. Porque últimamente, en esta península, estamos todos peleados los unos con los otros y una inquietante y acojonante sombra del pasado se proyecta sobre España. Sobre las 2 o las 3 o las 4 Españas.

Soplan vientos retrógrados, envenenados, tendenciosos. A esto se le llama «involución». Hacia atrás como los cangrejos. Como si no hubiésemos aprendido nada. También creo que hemos pasado demasiado tiempo callados y cómodamente anestesiados en una sociedad neoliberal salvaje. Bonanza económica (eso dicen) = silencio permisivo. Quien calla otorga.

La guerra nos hizo despertar de aquella siesta que creíamos tranquilizadora cuando sólo se trataba de la más absoluta inopia y pasividad. Y cuando hemos abierto los ojos, no nos ha gustado nada lo que hemos visto. Ni cómo somos, ni los amigos extranjeros que tenemos. Ahora toca volver a votar y no creo que seamos conscientes de lo que tenemos entre las manos. No se me ocurriría pedir un voto concreto, sólo quiero decir que ya va siendo hora de que nos saquemos el sueño de las orejas a través de la única herramienta que tenemos para intentar construir un mundo mejor. Durante quince días han hablado ellos, el domingo hablaremos nosotros. Yo quiero vivir más tranquilo, ¿y tú?