El tabaco me mata a mí

Lunes, 29 de septiembre de 2003

Llevo una semana acatarrado. Vuelvo al trabajo y me empiezan todos los males. Cuando sea mayor, quiero quedarme en mi casa sin nada que hacer. Me dicen que a esto se la llama jubilación.

Empiezo a a estar harto de la persecución constante, progresiva y de mal rollo que sufrimos los fumadores. ¿Por qué no lo dejan directamente de vender? ¡Si tan malo es! O que la seguridad social (siempre me ha hecho gracia esta denominación) nos pague una desintoxicación. ¡Ah!, y una cosa: si avisan que avisen de todo. Que pongan un cartel en la puerta del coche: «este coche, a parte de ser carísimo, gastar un huevo y devaluarse paulatinamente, te trae más de un disgusto». Demasiado largo, ¿no?

Hago una foto de un cigarro para celebrarlo. No sé que tengo que celebrar, pero la hago. Me llega el último disco de Sidonie. Me gustan estos tipos. El espíritu setentero, revisionista y melódico de sus canciones, respira una falta de pretensiones y una calidad admirables. Me gustaría que volvieran al programa. Por cierto: ¿quien vendrá mañana?