Robbie Williams en Barcelona. El concierto no me gusta demasiado. Está bien, pero… ¿me habré vuelto un «finolis» musical? Este tío es una estrella, vale. Tiene clase, morro y fuerza escénica pero yo diría que todavía le queda bastante camino para recorrer. El repertorio es irregular (como irregular es la línea que separa el pop del rock) y el empaque no acaba de estar a la altura. ¿Por qué no se calma un poco? Por cierto, que ya cansa lo de «Hola Barça», «os quiero» y la señera colgada del micrófono. «El recurso fácil» que diría el follonero. ¿La parte buena? Pues que como buena estrella, disfruta de sus excesos y parece humano.
Veo «Sala Rosa» (un poco, sí) y confirmo que el presentador tiene los dientes menos separadas. A mi me caen y a él se le juntan. Caprichos de la naturaleza. Hoy lunes hemos repasado el guión para el programa de mañana. Hacia las doce y media, sufro un susto de cojones. Yo andaba tan tranquilo por los pasillos y me encuentro a Fermí vestido de nazi. Si, ya sé que es broma y que Fermí llora cada vez que chafa una hormiga, pero el uniforme te deja congelado. Así no hay manera de dejar de fumar.