Fresita

Lunes, 12 de enero de 2004

Recuerdo que cuando un servidor iba a Salou, Fresita no había nacido. Es más, si hubiese nacido una noche de aquellas en las que nos lo bebíamos todo, seguro que la hubiéramos oído llorar. Mira que he visto llorar a gente, pero nunca como esta chica (¡de 31 años!). Fresita ha conseguido que llorar sea una manera más de comunicación. Llora cuando está contenta, cuan está triste y cuando es, solamente, «ella misma». Un estado que, ahora mismo, me costaría definir. «¿Tú no eres boba, no?», le preguntó ayer la Milà. Pero como estaba de morros, le contestó que «ahora no tengo ganas de hablar de mí». Una buena respuesta, en boca de otro.

O sea. Los Hermanos ya llevan cinco ediciones y los síntomas de desgaste empiezan a asomar la cabeza. Quizás para rematarlo, ahora se ve que quieren encerrar a famosos. Yo los encerraría a todos. Famosos, famosillos y manillares de bicicleta. Haría una «casa a la sierra» que ocuparía toda la «sierra» entera. ¡Será por terrenos! Y no ciento veinte días, no. Toda la vida.