En el gimnasio

Viernes, 2 de noviembre de 2007

Estaba el otro día en el gimnasio, había terminado y en los vestuarios se me acercó un señor de mediana edad. Esto es lo que me dijo: «¿Eres tú? Ah, sí. Es que digo igual no es él. Oye que te he visto desde Japón. Sí, sí. Desde Japón. Fui con mi hijo que se ha casado con una japonesa y le dije al consuegro «mira, este es de allí». No me aclaro con él. Mi hijo sí, porque sabe inglés. Pero yo, no. Fui de Tokio a Kioto y no me atreví a decirle nada en todo el viaje. ¿La comida? Bueno, si vas de etiqueta y eso pues bien. Pero luego ves a la gente en la calle con los perolos de fideos y no. Para uno de Badajoz, como yo, pues ya me contarás. Son muy diferentes. Muy ordenados, muy disciplinados. Ves aquello y dices, estos son una potencia y ya sé por qué. Mi mujer vio una vez a Maragall y ahora te veo yo a ti. Nada hombre, que tengas un buen día. Hasta luego».
Y se fue.