Critica que criticarás

Lunes, 19 de enero de 2004

Me escribe un médico (J.M.R de Caldes de Montbui), para decirme que ha estado en tierras valencianas y ha recortado un artículo de un periódico donde publican una crítica buena de nuestro programa (¡sorpresa!). Quiere que lo sepa y no sabe cuánto se lo agradezco. Desde hace tiempo, asistimos a una creciente mala folla en los medios escritos de Cataluña, cuando se trata de valorar nuestro trabajo. Quizás me lo parece a mi pero ya no hay palabras bonitas y muy pocas de respetuosas. El momento nefasto que atraviesa la televisión, parece ser el objetivo idóneo para dispararle toda la artillería. Y si te coge en medio , mala suerte.

Hay unas veinte o treinta personas (escritores amargados, pensadores en excedencia, guardianes del fuego sagrado de la patria, periodistas que quieren ser humoristas o programadores de tele y gente así) dedicadas a filosofar sobre nuestro trabajo (y el de otros programas). ¡Y les pagan! Amparados en el «yo puedo decir lo que pienso», no se dan cuenta que disparan su frustración. Curiosamente, cuanto más tiempo llevamos, más se endurecen sus críticas. Como si una ley superior, obligara a los «opinadores» a buscar y rebuscar en nuestros trabajos, con el objetivo de ponernos en evidencia, enseñarnos las vergüenzas o qué sé yo.

A veces son análisis parciales, tendenciosos y si me lo permitís, un poco ridículos. A otros se les ve menos el plumero y queda bien claro el grupo de comunicación al que pertenece. Hay un último apartado donde encontramos los «yo lo cuestiono todo y así parece que pienso mucho y que tengo un bagaje de cojones». Son a quienes no les gusta nada y mucho menos la tele. ¿Queréis decir que hace falta darle tantas vueltas al humor?. ¿No es un poco infantil pensar que si eres de Tv3, tienes carné de Convergencia?. ¿De donde sale la postura, «caña a la pública catalana, haga lo que haga»? Me parece una falta de respeto a los más de 2.000 trabajadores que, ya os lo digo yo, son de los más variados signos políticos. De hecho, el país ha cambiado de gobernantes y yo pienso ir cada semana a la tele, hasta que no me digan lo contrario.

El humor se hace para reír y cuando pasa esto no es necesario escribir una tesina, ni reinterpretar, ni leer entre líneas lo que no se ha dicho. Bueno, si que se puede hacer, pero hay mejores maneras de perder el tiempo. La vida ya es suficientemente rebuscada. El entretenimiento, como su nombre indica, sirve para entretener. Y punto.

Cada grupo humorístico tiene un estilo. Nosotros tenemos el nuestro y no escondemos nada. Hacemos lo que buenamente sabemos y hemos aprendido con la experiencia. Esto lleva tanto trabajo -ya son más de veinte años- que no podemos pensar en otras tonterías, se lo crean o no los auto investidos enemigos. Nuestro trabajo es superarnos cada día para estar a la altura de un público inteligente, a favor y cariñoso.

Este clima que he descrito contrasta con los elogios y fidelidades que descubrimos fuera de Cataluña entre la profesión. Yo soy el primer sorprendido. En el último viaje a Madrid (al Plus), volví pensando «ostia, quizás sí que lo hacemos un poco bien, ¿no?». Lo que nunca entenderé, es por qué aquí, en casa, siempre estamos economizando la satisfacción o el simple «vale, tíos, me lo paso bien”, y ya está. Por suerte, esta ingratitud solo vive en hábitats muy concretos. Redacciones con mucha humedad, cerebros que no evolucionan y vidas estancadas. La gente normal y corriente, la de la calle, está encantada de la vida y nos lo hace saber. A la gente que le gusta, claro. El resto, se mira otro programa y se acabó el problema. No somos tan burros para pensar que gustamos a todo el mundo. Es imposible.

Una vez le preguntaron a Josep Pla con qué adjetivo definiría a los catalanes. «Envidiosos», sentenció. No seré yo quién lleve la contraria al genio de Llofriu.

Pronóstico: estas líneas sinceras, escritas un lunes y pensadas durante mucho tiempo, serán mal interpretadas por los sujetos anteriormente descritos. Ya lo veréis.