¿Qué culpa tienen las palomas?

Miércoles, 5 de febrero de 2014

Es que no me lo puedo quitar de la cabeza. Mira que uno está acostumbrado a manejar la actualidad, como el cocinero que va al mercado para decidir qué llevar a los fogones. Cada día pasan cientos de imágenes y textos por delante de nuestros ojos, pero lo de las palomas del Vaticano me dejó roto. Pasó un domingo (el día del Señor, en mayúsculas) después del Ángelus. El papa Francisco lanzó uno de sus mensajes/deseo, en esta ocasión dedicado a la conflictiva Ucrania. Pidió respeto y diálogo (algo que también nos vendría bien en España, ¿no?) y lo rubricó con un ejercicio de simbolismo marca de la casa: liberó dos palomas dando por sentado que el mundo entendería que se trataba de las palomas de la paz. Hasta aquí, todo bien. Lo duro vino después. Una escena que parece sacada del programaImpacto total, muy de desgracias inesperadas. Resulta que una gaviota primero y un cuervo después se abalanzaron sobre las pobres palomas, en un combate aéreo que, según algún rotativo, «se interpretó por los asistentes como una lucha entre el bien y el mal». ¡Toma ya! Se desconoce el desenlace, pero las fotos parecen del National Geographic. Mucho pico abierto, mucha pluma suelta y mucho giro brusco de las aves por encima de las cabezas de los feligreses que, como siempre, abarrotan la plaza de San Pedro. Casi se puede escuchar un «¡Oh!» en la plaza. Supongo que los teléfonos echarían humo. Tengo que mirar en Instagram.

Si buscábamos una metáfora, los pájaros vaticanos nos la pusieron en bandeja. Las palomas son los buenos, el cuervo son los malos, y la gaviota… Bueno, yo no quiero decir nada, pero hay un partido español que la tiene como símbolo en su logotipo, aunque siempre se apresuren a aclarar que se trata de un albatros. Es curioso cómo las palomas, en sí mismas, son animales de ciudad más o menos tolerados pero nunca queridos. Algunos las llaman las ratas del aire, y no son pocos los que sienten verdadera repulsión. Muchas ciudades protegen sus edificios con alambres para que no se posen y dejen sus regalos y, de vez en cuando, exterminan buena parte de la superpoblación porque las palomas, a ver, no tienen nada más que hacer. Pero, cuidado, las palomas blancas se salvan del asco general. Las de mago (otras sufridoras) y las de la paz, que son muchas y una sola, como en el caso de Papá Noel. Desde que Noé mandó una paloma tras el diluvio para comprobar si las aguas habían bajado (lo intentó con un mono, pero resultó imposible), y el bicho volvió con una rama de olivo, el símbolo quedó universalmente aceptado. Al menos, en la cultura judeo-cristiana. Estos días me he acordado de los cuervos que sobrevuelan París. Desde sus románticas buhardillas es fácil verlos posándose en las antenas (¿símbolo de la telebasura?). No quisiera relacionar lo del cuervo del Vaticano con la visita (por aquellas fechas, por cierto), del seductor Hollande al Papa de Roma. Una visita fría y sin entendimiento entre las dos partes. Mucho protocolo y nada en común. No quisiera pensar que Hollande trajo desde Francia un cuervo parisino y lo dejó olvidadotras la visita oficial. Igual parece una chorrada, pero seguro que Dan Brown ya lo ha pensado y ha escrito algo sobre el tema. Los símbolos tienen eso, que disparan la imaginación. ¿Qué culpa tendrán las palomas?

«El Berenjenal» en Interviú.

El papa de Roma que por el balcón ya no asoma

Viernes, 1 de marzo de 2013

«Gira il mondo, gira», pero el Papa se baja de él. Hoy me he dicho a mí mismo: «Andreu, no vas a hablar de Bárcenas. Ni de su abrigo de solapas negras como su conciencia. Ni de la peineta que nos regaló después de su viaje a esquiar». Vale. Me voy a hacer caso, a ver qué pasa. O sea, que sale del terreno de juego de los articulistas el susodicho Bárcenas y entra en su lugar el Papa de Roma. Un buen cambio. Salta el Papa al rectángulo de juego, pero lo hace por última vez porque ya se despide de la afición. Esta semana Benedicto XVI se va. Cuelga la vara. Punto. Fin. Decía un tuit días atrás: «¡Cómo estará el mundo que hasta el Papa dimite!». Muy fino. Ratzinger se guardó su secreto, no lo dijo a nadie y lo soltó como si nada en una comparecencia rutinaria. Tuvo que decirlo varias veces y subiendo el volumen porque ya se sabe que los pontífices hablan bajito, como para adentro. «Oye, que lo dejo». Silencio sepulcral. ¡Sorpresa en el Vaticano! Hasta el mismísimo Dios mostró su enfado mandando un meteorito contra la Tierra. Hay que saber leer las señales del cielo. Dios nos está diciendo, con esa roca en llamas, que eso se consulta antes y que no está de recibo que su máximo representante tome la iniciativa. Le han dejado con el triángulo al aire, a Dios. Personalmente espero que se le pase el cabreo. Si no, a la crisis mundial habrá que sumar un Apocalipsis, y por ahí sí que no paso. Ahora todo son suposiciones y el culebrón papal no ha hecho más que empezar. ¿Por qué se va en realidad? ¿Qué habrá visto este hombre para semejante desplante? ¿Entenderá la Iglesia que debe bajarse una actualización o se le colgará el sistema operativo? Igual les da por hacer un debate del Estado del Vaticano. Un debate de esos en los que todos se tiran en cara sus fallos y nadie mira por el bien común. Quién sabe… Quizás Dios.

«El Berenjenal» en Interviú.

Y que siga girando el mundo

Lunes, 31 de diciembre de 2012

Usted está leyendo esto, así que el mundo no ha terminado y ya podemos guardar en el desván de nuestros miedos infundados todo el rollo del calendario maya. Como mínimo, nos ha servido para no hablar de la crisis. Esta era la paradoja: la posibilidad de que todo se fuera al garete resultó ser un alivio en mitad del fango cotidiano. ¡Cómo estaremos! Escuché a alguien decir que «lo jodido no es que termine el mundo, sino que continúe tal como está». Y no le faltaba razón. Vienen días de buenos deseos, de Navidad descafeinada, de felicitaciones más laicas que otra cosa. Si hasta el Papa de Roma ha recortado el pesebre. Ahora dice que no había mula ni buey. Pues vale. Anda que no tiene otros problemas más urgentes la Iglesia por arreglar…

Lo religioso se va difuminando, poco a poco, cada vez más en estas fechas y se colocan en primer plano mensajes de crecimiento personal, de reflexión. Todo un poco forzado, la verdad. Recibo un mail con una estrella y una frase : «Lo esencial es invisible a la vista. Vive el presente». Lo intento, pero mira que es jodido el presente, ¿no? Yo lo que quiero es que todo esto pase rápido. Decía Cortázar que «en realidad, todas las cosas duran demasiado». La Navidad estaría a la cabeza de la lista. Pero, vamos, que tampoco quisiera amargarles «estos días entrañables». A ver qué dice el Rey en su discurso de este año. Tengo mucho interés en comprobar cómo puede hablar diez minutos esquivando todo lo que le afecta. Seguro que tiene buenos guionistas.

«El Berenjenal» en Interviú.

Ver más